Padre celestial, gracias porque nunca me has abandonado, siempre has estado atento a mis oraciones, tu amparo no está lejos de mi vida Padre querido.
Mi amado Dios, en tu trono de gloria estás sentado como Rey de todo el universo y de toda cosa creada, pero te pido que hoy te levantes de tu trono y hagas acto de presencia, levántate y mira mi situación, pues hombres y mujeres perversos se han levantado en mi contra, me han rodeado como hienas hambrientas, ellos se han mofado de tus estatutos, no existe temor de Dios en sus corazones.
Levántate, oh Dios, que fuiste paciente en tu misericordia, que intentaste razonar con el perverso de corazón que resiste tu voluntad, y ya no sea para ellos tu paciencia, sino que te pido que me hagas justicia, pues el impío se ha levantado de mañana para hacerme daño, No permitas que tal cosa ocurra, sino que sea dado a conocer que Tú, oh Dios mío, eres un Dios vivo, que escucha el clamor de los oprimidos, que no aparta su mirada de los justos.
Hazme justicia, Padre amado, permíteme hallar gracia a tus ojos, en medio de la opresión esté tu presencia, vuelve tu rostro contra los que me oprimen, derríbalos así como el fuerte viento derriba los viejos troncos, prueben ellos el vino de tu furor y conozcan que hay Dios en los cielos, que hace justicia a los suyos.
Padre, aún en tu juicio, que tu amor y misericordia no se aparten, que el hombre impío tenga siempre la oportunidad de conocerte, no hagas descender el alma del impío al Seol, antes permite que, en tus juicios, te conozca, para arrepentimiento genuino.
Gracias Padre de la gloria, porque sé que tú me has escuchado. Así como guardaste a tu pueblo de sus opresores, así también te pedimos que guardes a tu iglesia de quienes nos oprimen, en el nombre de Jesús, amén.
