Amado Dios, te damos las gracias por un nuevo día, que siempre será una oportunidad para buscarte, adorarte y acercarnos a ti.
Padre de la gloria, en este día me apoyo en tu palabra, la cual dice: "Si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche" (Santiago 1:5), reconozco que la sabiduría humana no se compara a la tuya mi querido Dios, por eso mi oración del día es para que me des con abundancia tu atributo de sabiduría, pues necesito conducirme en este mundo bajo tu entendimiento.
Padre celestial, en este momento te pido que quites de mi la dureza de corazón, pues tú resistes a los orgullosos. Por el contrario, te reconozco como El Rey de mi vida, aceptando que solo bajo tu sabiduría puedo tener una vida recta, justa y fructífera.
Señor, tu diste sabiduría en abundancia a tus siervos, la diste a Salomón, a Moisés, a tus profetas y a todos los que decidieron seguirte de corazón, por ello en este momento inclino mi corazón a tu voluntad, para que tu sabiduría me sea manifiesta, que todo lo que tú consideres bueno y agradable esté siempre en mi mente para hacerlo.
Padre de la gloria, que a través de tu sabiduría mi alma sea librada de la muerte, pon en mí las razones de prudencia, equidad, inteligencia, entendimiento y obediencia a tus mandamientos, para que sean añadidos más años a mi vida en este mundo.
Dios, tu palabra dice: "El temor de Jehová es el principio de la sabiduría, y el conocimiento del Santísimo es la inteligencia" (Proverbios 9:10), por tanto apelo a tu palabra para pedirte que me enseñes el temor de Dios. Padre, sé que el temor de Dios es el respeto absoluto a tu voluntad, es el respeto absoluto a tu autoridad como dueño del universo, por tanto quiero que ese respeto florezca en mi mente, en mis emociones, en mis hábitos y en todo mi ser, pues quiero llevar una vida justa ante tus ojos.
Gracias Dios, porque sé que, al conducirme sabiamente y con respeto absoluto a tu autoridad, podré gozar de las riquezas de tu gloria, y nunca estarán las ventanas de los cielos cerradas para mí, ni jamás tu presencia se irá de mi lado, tu gracia me acompañará a donde vaya, y aún delante de los hombres hallaré el favor. Bendito sea nuestro Dios, que reina por siempre y para siempre. Amén.
