Señor,
hoy quiero entrar en tu santo reposo. Te entrego mis pesadas cargas y me hago
con las tuyas, que son más ligeras de llevar.
Padre
de la gloria, tus mandamientos son el deleite de mi alma, el reposo de mis
inquietudes. Cuando tu presencia se manifiesta, las cadenas se caen y los lazos
se liberan, por lo tanto quiero perseverar en todos y cada uno de tus caminos,
pues deseo una vida llena de ti.
Déjame
entrar en tu presencia, oh Dios, para adorarte. Sólo tu presencia es capaz de
sacar lo mejor de mi, sin ti estoy perdido para siempre.
Señor,
soy una copa hecha por tus manos, soy un recipiente que desea ser lleno de tus
virtudes y bondades para compartirlas con mis hermanos. Enséñame a hablarles de
ti a mi prójimo, para que tu nombre sea conocido y exaltado.
Padre
celestial, líbrame del pecado, donde hay satisfacción momentánea a cambio de
esclavitud eterna; haz de mi un siervo obediente a tus estatutos, donde hay
gozo y disfrute por toda la eternidad.
Tus promesas, oh Padre, me permiten descansar de mis angustias, tus bondades son como bálsamo para mi alma, tus consejos me permiten vivir con plena seguridad, tu presencia me libera de todos mis temores. Por ello, querido Padre, quiero estar contigo todos los días de mi vida, en el nombre de Jesús. Te doy las gracias, porque sé que me has escuchado. Amén.