Señor amado, te pido perdón por todas y cada una de mis fallas, incluso por aquellas que he cometido sin darme cuenta.
Padre,
fortalece mis manos en las obras de bien, fortalece mis rodillas para
levantarme cada vez que la caída sea inminente, que tu mano misericordiosa me
levante cuando esté yo abatido, ya que solo tú eres el consuelo de mi alma.
No
me permitas ser turbado por las corrientes del mundo, antes bien que mi
obediencia hacia ti sea mi confianza, que mi esperanza me permita ser íntegro
en cada uno de mis caminos.
Enséñame
a recapacitar de todos mis males, redarguye mi corazón y expón ante mi aquellas
ofensas ocultas, para arrepentirme de cada una y ser así fortalecido cada día
más en los caminos de la santidad.
No
me permitas sembrar injuria, ni me dejes prosperar en el pecado, pues con tu
soplo sería derribado. Enséñame la justicia que nunca perece, aquella por la
cual tus siervos con confortados, bendecidos y prosperados.
Señor,
hasta el hombre más fuerte es quebrantado ante tu presencia, y sin
arrepentimiento está la caída de muchos, por lo tanto yo en esta hora me
arrepiento de todos los males cometidos, pidiendo también tus fuerzas para
resistir en los días malos, en el nombre de Jesús hecho está, gracias amado
Padre. Amén.